“En estos tiempos, cuando parece que vivimos en un Macondo global, muchos lectores acuden a Cien años de soledad como si fuese un libro de profecías para comprender el mundo en el que vivimos y sobre todo en el que viviremos tras la pandemia”, escribió Álvaro Santana-Acuña. Sin duda, es un momento propicio para el lanzamiento del nuevo libro de Santana-Acuña, Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Become a Global Classic (Columbia University Press, agosto de 2020).
Cien años de soledad abarca un siglo en la vida de la familia Buendía, cuyo patriarca, José Arcadio Buendía, fundó la aldea de Macondo. Parece que casi todas las clases de secundaria de literatura mundial estudian la novela, que se considera una obra maestra de la literatura latinoamericana ha vendido aproximadamente 50 millones de copias —es la segunda obra literaria más leída en español después de Don Quijote— y ha sido traducida a 49 idiomas. La capacidad del clásico para meterse en nuestro imaginario es parte de su éxito. En Ascent to Glory, Santana-Acuña nos presenta otros factores que han ayudado a transformar esta obra literaria en un clásico.
Santana-Acuña espera que Ascent to Glory sea relevante tanto a los académicos como a los seguidores del trabajo del autor colombiano Gabriel García Márquez y a las personas interesadas en los factores literarios y de mercado que ayudaron al éxito de la novela. El lanzamiento de su libro coincide con una gran exposición del archivo personal de Gabriel García Márquez, adquirido por el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin, que incluye varias versiones de manuscritos de sus obras más famosas, la correspondencia y las fotos del autor con personalidades reconocidas y una de sus máquinas de escribir y de sus computadoras.
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Santana-Acuña es actualmente profesor de Whitman College, pero la idea de escribir sobre Cien años se le ocurrió hace una década, cuando era estudiante de la Universidad de Harvard. Un día llovía con gran fuerza mientras atravesaba el Harvard Yard y de repente pensó “está lloviendo como en Macondo”. Estaba en Cambridge, Massachusetts, y hasta entonces nunca había estado en Latinoamérica (Santana-Acuña es de las Islas Canarias en España). Y, sin embargo, le fascinó la idea que en nuestro imaginario colectivo Macondo se había convertido en un lugar universalmente identificable.
El realismo mágico y la nueva literatura latinoamericana
Mucha gente asocia al ganador del premio Nobel con la creación del género conocido como realismo mágico. Pero este es uno de los mitos desmontados en Ascent to Glory. En realidad, varias obras de este género literario ya existían décadas antes de publicarse Cien años.
Aunque la idea de la historia de la familia Buendía se le ocurrió a García Márquez en torno a 1950, no fue hasta 1965 cuando finalmente se sentó a terminar la novela. Manejando por carretera desde Ciudad de México a Acapulco con su esposa y sus dos hijos, una vaca cruzó frente al automóvil, lo que hizo que se detuviera abruptamente. En ese instante se le vino a la mente la primera frase de Cien años: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. En ese preciso momento, dio la vuelta a su auto y condujo de regreso a Ciudad de México. Renunció a su trabajo y se encerró en una cuarentena auto-impuesta durante año y medio para terminar la novela, endeudándose en el proceso. Cuando fue a la oficina de correos para enviar el manuscrito a un posible editor, solo tenía dinero suficiente para enviar la mitad. Pero al editor le gustó y decidió lanzar la novela. Era un momento propicio para publicarla.
La cuarentena que se auto-impuso el escritor fue fundamental para terminar la novela. Lo cierto también es que las epidemias son a menudo temas centrales de su ficción: plagas, sequías, y otros elementos fantásticos.
En las décadas de 1950 y 1960, había surgido una nueva literatura latinoamericana. Muchos escritores e intelectuales mantuvieron una estrecha correspondencia y compartían sus publicaciones. Como tantas cosas que se vuelven “virales” hoy en día, entre el momento en que García Márquez soñó por primera vez con la idea de la novela y el año de su publicación en 1967, muchos “intermediarios culturales” ayudaron a sentar las bases para la entusiasta recepción de una novela de ese tipo. Si la novela se hubiera escrito y publicado en el momento en que la imaginó por primera vez, a los veintitantos años, probablemente no habría tenido la misma difusión o éxito.
En los años previos a la finalización del manuscrito, García Márquez se benefició de la práctica popular de publicar capítulos iniciales de la obra en curso en diversas revistas, obteniendo así publicidad y retroalimentación para su novela. Algunos capítulos de la novela se estrenaron en seis países, incluso en Francia, antes de publicarse la novela completa.
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El advenimiento y la solidificación de un “boom” de literatura verdaderamente latinoamericana —a diferencia a la circulación limitada a nivel nacional de libros en tiradas limitadas a principios del siglo XX— permitió que el libro fuese distribuido y leído a nivel regional y global, y que siga siendo relevante para los lectores de hoy.
La cuarentena que se auto-impuso el escritor fue fundamental para terminar la novela. Lo cierto también es que las epidemias son a menudo temas centrales de su ficción: plagas, sequías, y otros elementos fantásticos. En una carta reciente a su padre, con motivo del sexto aniversario de su muerte, y durante su propio encierro por la COVID-19, el cineasta Rodrigo García escribió: “Tú dijiste una vez que lo que nos atormenta de las epidemias es que son un recordatorio del destino personal. A pesar de las precauciones, la atención médica, la edad o la riqueza, cualquiera puede sacar el número perdedor. Destino y muerte: temas muy queridos de muchos escritores”.
Influencias cubanas
Alejo Carpentier, nacido en Francia y criado en La Habana, fue uno de los primeros escritores en utilizar el estilo que se basó en “lo real maravilloso”, destacando las cualidades fantásticas de la historia y la cultura latinoamericanas, e incluso su geografía y condiciones meteorológicas, y aplicándolas a la ficción, como en su novela El reino de este mundo de 1949. La escritura de otro cubano, Guillermo Cabrera Infante tiene elementos del realismo mágico, incluida su influyente Tres Tristes Tigres, también publicada en 1967. García Márquez conocía a ambos escritores y se había visto con el ilustre autor cubano Nicolás Guillén en París en 1957, lo que despertó su interés en Cuba tanto por sus personalidades literarias como por las promesas del futuro triunfo de la revolución cubana.
Las actividades culturales de la Casa de las Américas —incluidos congresos que convocaron a escritores de toda la región y prestigiosos premios— fortalecieron la autonomía cultural de la región y, a su vez, el éxito comercial de lo que se convertiría en la ‘Nueva Novela Latinoamericana’.
Una institución clave en la consolidación de la literatura latinoamericana fue y sigue siendo la Casa de las Américas, establecida en La Habana después de la revolución cubana, convirtiéndose en poco tiempo en una especie de meca para los literatos latinoamericanos. Las actividades culturales de la Casa —incluidos congresos que convocaron a escritores de toda la región y prestigiosos premios— fortalecieron la autonomía cultural de la región y, a su vez, el éxito comercial de lo que se convertiría en la “Nueva Novela Latinoamericana”.
Al comienzo de la Guerra Fría, la región —incluida Cuba— se convirtió en el territorio de una batalla cultural entre Estados Unidos y la Unión Soviética. A medida que la URSS y China empezaron a traducir más literatura al español, y vice versa, Estados Unidos también comenzó a publicar más traducciones al inglés de obras latinoamericanas.
García Márquez y Fidel Castro fueron amigos de toda la vida, a pesar del polémico caso Padilla en 1971 Un caso que dividió a la comunidad intelectual y que llevó a muchos escritores prominentes a desvincularse de Cuba. Entre las muchas ciudades donde García Márquez vivía con su esposa Mercedes, la pareja pasó un tiempo en La Habana en una casa que les regaló el propio Castro. Se dice que Castro mencionó una vez a García Márquez que había encontrado un error técnico en un detalle de un barco en uno de sus libros, y desde ese momento el autor pidió que Castro corrigiera todos sus manuscritos.
Pero la amistad de los dos hombres no ha resultado problemática para los lectores del autor, según Edith Grossman, traductora de varios de los libros al inglés. “Su lealtad política y su apoyo a Fidel Castro no son cruciales para sus libros”, afirmó.
No piensa lo mismo el escritor peruano ganador del Premio Nobel, Mario Vargas Llosa —también en ese momento amigo cercano de García Márquez. Vargas Llosa llamó al autor un “lacayo de Castro”. Sin embargo, los autores del libro Fidel y Gabo: un retrato de la amistad legendaria entre Fidel Castro y Gabriel García Márquez (2014) señalaron que durante la investigación realizada para el libro, todos los entrevistados coincidieron en algo: si hubo una persona que no temía criticar a Castro, era García Márquez.
Pese al deseo de García Márquez de que sus obras literarias no se adaptaran a la pequeña pantalla, sus hijos Rodrigo y Gonzalo están colaborando con una nueva serie de Netflix basada en Cien años de soledad. Esta adaptación seguramente ampliará el alcance de la novela, reafirmando así su condición de clásico global.
En 1967, cuando terminó la novela, García Márquez no era un autor universalmente conocido. El estilo fantástico de escritura de la novela y su ambientación en un remoto pueblo caribeño, así como la pequeña editorial que lanzó la novela por primera vez, no eran los ingredientes habituales para el éxito en el mercado literario. Sin embargo, hoy se encuentra entre las obras literarias más vendidas de todos los tiempos.
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